Ni por asomo imaginaba que este año viajaría a Uzbekistan. Hace unos meses nos avisaron desde nuestra sucursal en Polonia del interés de un cliente en vender nuestros productos en Uzbekistan.
Por casualidad esa misma semana sale publicado en un periódico los 10 peores aeropuertos del mundo, y como la “suerte” me persigue, ahí estaba el aeropuerto de Tashkend. Ya solo en embarque a esta ciudad en un desastre. Gente del campo llena de paquetes, bultos, bultos y más bultos. Luego hay que sumar su manera de ser tan peculiar. Ya he visto gente similar en otros países. Tu por más que le digas que esa no es su fila, que para ponerse a la cola hay que ponerse el ultimo, que no te empujen, que no se cuelen. Nada, imposible. Te miran con cara de acelga, y como si nada. Por más que insistas, nada de nada.
El aeropuerto es un caos. Si atestado de policías y personajes que te dicen que por aquí no, por allí. Formularios en Uzbeco que tienes que rellenar con ayuda de algún buen samaritano pero que tras esperar una cola de 30 minutos y llegar el control de pasaportes, te enteras que tienes que llevar dos originales. Con lo que vuelta a empezar. Otra media hora perdida. Según me comentaron uno de los problemas más gordos que puedes tener es declarar una cantidad de dinero de entrada y declarar que tienes más a la salida. Tendrás que justificar todo, aunque la cantidad sean 20€.
Tashkend es como el resto de ciudades postsoviéticas. Avenidas enormes, viviendas en edificios de entre 5 y 10 plantas, en estado de conservación lamentables y algunos edificios nuevos, pero igual de mastodónticos que los de la época soviética.
Por supuesto como saques una tarjeta de crédito para pagar se mueren de la risa. En algunos hoteles y establecimientos ves los datafonos, pero no funcionan, ni saben utilizarlo. Por lo que tienes que manejar ingentes cantidades de billetes viejos y mal olientes para pagar. Para pagar una comida de 20 Euros tendrás que llevar 4 o 5 fajos de billetes.