domingo, 4 de diciembre de 2011

RESPIRA

Imagino que conocéis la historia. Yoko Ono se acercó a Lennon, al que aún no conocía, y le dio una tarjeta en la que se podía leer: Breathe, Respira. Después se dio la vuelta y se fue, dejando a Lennon con una tarjeta que era aire para sus pulmones asfixiados por la fama, por el humo del mundo y la ansiedad de unos tiempos demasiado revueltos, como éstos por cierto. Vale que muchos pensaréis que Yoko acabo ahogándole pero ésa es otra historia. La de hoy empieza rememorando aquel momento que nos recuerda que tenemos que respirar, una obviedad que se nos olvida los más de los días. Sí, desde hace ya demasiado tiempo, la realidad en la que vivimos es tan asfixiante que vamos necesitando que alguien se nos acerque y nos dé una tarjeta en la que diga simplemente: “Respira”.
Yo lo necesito. Necesito esa tarjeta que me diga que respire porque llevo muchos días aguantando la respiración para no oler el hedor que sale de tanta alcantarilla. Necesito respirar porque tengo los pulmones encharcados de tanto olor a dinero sucio, los oídos taponados de tanto oír la palabra “banco” y el tímpano dolorido de tanta palabra sin sentido, los ojos enrojecidos de tanta corbata ahorcando el cuello de los que nos llevan al patíbulo, la boca seca de leer “mercado” o “político” en cada página que abro, como si esas palabras lo hubieran conquistado todo.
Necesitaba respirar, necesitaba aire y entonces, quizá porque vio mi cara congestionada, quizá porque supo que me ahogaba, se me acercó el otro día un hombre y me ha dio una tarjeta. No decía “Respira” pero decía algo muy parecido. Decía: “Calma”...


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